miércoles, 15 de julio de 2009

VISIÓN DEL P. HURTADO SOBRE LA AC y LA ACCIÓN POLÍTICA

La siguiente Carta Circular expresa claramente los criterios del Padre Hurtado respecto a la actividad política, que son los que respaldaron su actitud en esta materia1. Él mantuvo una línea de independencia partidista, al mismo tiempo que alentaba a todos para que contribuyeran activamente al bien social (“la gran política”). Ésta sería una de las causas de su alejamiento definitivo de la AC, porque muchos no pudieron aceptar que él no favoreciera la unidad de los católicos en el Partido Conservador.
DIRECTIVAS DEL CONSEJO NACIONAL DE LA JUVENTUD CATÓLICA SOBRE ACCIÓN CATÓLICA Y ACCIÓN POLÍTICA. Carta circular. Diciembre de 1941.
Extractos.
El Consejo Nacional de la Juventud Católica para realizar la labor de formación de sus militantes ha creído del caso recordarles en diversas ocasiones los principios básicos que deben orientar su vida interior y su actividad, especialmente aquéllos que ofrecen mayor dificultad (…) Uno de estos puntos de formación que requieren ser más cuidadosamente aclarados es el de las relaciones y distinciones entre la AC y la Acción Política (…)
La AC y la gran política
¿Qué es política? Sin cesar distingue la Iglesia dos conceptos: la gran política o política de bien común y la política de partidos.
La gran política consiste en la colaboración al bien común subordinando a éste los intereses particulares, asegurando así la prosperidad pública (…) La gran política forma parte de la ética general, es decir, promueve y defiende la santidad de la familia y de la educación, los derechos de Dios y de las conciencias.
La Iglesia considera la participación en esta política “como un deber de justicia y de caridad cristiana” y se esfuerza porque sus hijos cooperen al bien público, ya en la administración, ya en el gobierno del Estado (…)
Un católico, por tanto, no puede desentenderse de la gran política, ni considerar como algo indigno de su fe en Cristo detenerse en los asuntos temporales, que son el campo propio de la política (…) “Al interesarse por la política realiza el católico sus más grandes deberes cristianos, ya que, mientras es más vasto e importante el campo en el cual se puede trabajar, más imperioso es el deber correspondiente. Y tal es el dominio de la política que mira a los intereses de la sociedad entera y que, bajo este aspecto, es el campo de la más amplia caridad, de la caridad política (…)” (Discurso de Pío XI a la Federación Universitaria Católica Italiana).
De aquí se deduce que contradice al sentir católico la escuela apolítica. “No cabe duda que debe ser reprobado el abstencionismo absoluto, en cuanto que la participación en la política constituye para los fieles, en el sentido ya expuesto, un deber verdadero y propio, fundado en la justicia legal y en la caridad” (Carta de S. E. el Cardenal Pacelli).
Fiel a este concepto, “la AC, sin hacer ella misma política, en el sentido estricto de la palabra, prepara a sus militantes a hacer una buena política” (…) Por esto “la AC no prohibirá a sus adherentes una participación tan amplia como sea posible en la vida pública; antes al contrario, ella los hará más aptos para llenar las funciones públicas gracias a una severa formación en la santidad de la vida y en el cumplimiento de sus deberes cristianos (…)” (Carta del Cardenal Bertram2).
Por esta razón los católicos que presiden o forman parte de la AC, como ciudadanos están obligados a usar su derecho de voto. “Faltarían gravemente a su deber si en la medida de sus posibilidades no contribuyesen a dirigir la política de su ciudad, de su provincia, de su nación, pues si permanecen ociosos, las riendas del gobierno caerán en manos de los que no ofrecen sino débiles perspectivas de salvación” (Peculiari quadam).
La AC y la política de partidos
Frente a la gran política hay que situar la política de partidos, es decir, la tendencia al bien común tal como la conciben diferentes “agrupaciones de ciudadanos que se proponen resolver las cuestiones económicas, políticas y sociales según sus propias escuelas e ideologías, las cuales, aunque no se aparten de la doctrina católica, pueden llegar a diferentes conclusiones” (Carta de S. E. el Cardenal Pacelli). “Es natural que la AC, lo mismo que la Iglesia esté por encima y fuera de todos los partidos políticos, ya que ella ha sido establecida, no para defender los intereses particulares de tal o cual grupo, sino para procurar el verdadero bien de las almas extendiendo lo más posible el Reino de Nuestro Señor Jesucristo en los individuos, las familias, la sociedad (…)” (Pío XI a la a la Federación Universitaria Católica Italiana) (…)
“En otras palabras, un partido político, aunque se proponga inspirarse en la doctrina de la Iglesia y defender sus derechos, no puede arrogarse la representación de todos los fieles, ya que su programa completo no podrá tener nunca un valor absoluto para todos, y sus actuaciones prácticas están sujetas al error. Es evidente que la Iglesia no podría vincularse a la actividad de un partido político sin comprometer su carácter sobrenatural y la universalidad de su misión” (Carta de S. E. el Cardenal Pacelli) (…)
Respecto a los partidos políticos la Santa Sede inculca a los obispos y sacerdotes que se abstengan de hacer propaganda en favor de un determinado partido político. Desea la Iglesia que se inculque a los ciudadanos “la gravísima obligación que les incumbe de trabajar siempre y en todas partes, también en la cosa pública, según el dictado de la conciencia, ante Dios, por el mayor bien de la Religión y de la Patria; pero de tal manera que, declarada la obligación general, el sacerdote no aparezca defendiendo a un partido más que a otro, a menos que alguno de ellos sea abiertamente contrario a la religión” (…)
“Es, sin embargo, obligación de todos los fieles, aunque militen en distintos partidos, no sólo observar siempre, hacia todos, y especialmente hacia sus hermanos en la fe, aquella caridad que es como el distintivo de los cristianos, sino también anteponer siempre los supremos intereses de la religión a los del partido, y estar siempre prontos a obedecer a sus pastores cuando, en circunstancias especiales, los llamen a unirse para la defensa de los principios superiores” (Carta de S. E. Cardenal Pacelli al Episcopado chileno).
La AC está fuera y por encima de los partidos políticos
(…) “La AC se levanta y se desarrolla por encima y fuera de todo partido político. No hace política de un partido ni es un partido político” (Discurso de Pío XI a la Federación de Hombres de la AC Italiana) (…)
Para salvaguardar hasta el fin esta separación de la AC con la política de un determinado partido, cualquiera que éste sea, que es lo que pretende dejar bien en claro la Santa Sede, ordena que, “si pareciere oportuno proporcionar a la juventud una especial y más alta instrucción en materia política, diferente de aquella formación general de la conciencia ciudadana, ella deberá ser dada, no en las sedes o reuniones de los socios de la AC sino en otro lugar, y por hombres que se distingan por la probidad de sus costumbres y por la integral y firme profesión de la doctrina católica; quedando además a salvo y claramente establecido el principio que en ningún modo es oportuno que la misma Jerarquía de la Iglesia forme e instruya asociaciones políticas de jóvenes, y sobre todo que ella dirija a los jóvenes católicos de tal suerte que éstos se inclinen a uno más que a otro de los partidos políticos, que den suficientes garantías para la conveniente defensa de la causa y derechos de la Iglesia” (Carta de S. E. el Cardenal Pacelli).
La AC debe abrir sus puertas a todos los católicos
(…) Este principio lo sienta claramente la Carta del Cardenal Pacelli al Episcopado chileno cuando afirma que “los jóvenes inscritos en las asociaciones de la AC pueden, como privados ciudadanos, adherirse a los partidos políticos que den garantías suficientes para la salvaguardia de los intereses religiosos. Traten, sin embargo, de cumplir siempre sus deberes de católicos, y no antepongan las conveniencias del partido a los superiores intereses y santos mandamientos de Dios y de la Iglesia”.
Esta misma doctrina ha sido ampliamente expuesta en carta autógrafa del Excelentísimo Señor Arzobispo de Santiago, de 14 de noviembre de 1941 (…):
“Debe enseñarse a los jóvenes que no hay oposición alguna entre ser militante de la AC y ser militante, y aun dirigente, de un partido político al cual, según las normas dadas por la Santa Sede, puedan pertenecer los católicos. Únicamente se ha declarado que, en general, no conviene que los dirigentes de AC sean a la vez dirigentes de partidos políticos. Y si pueden ser militantes, pueden actuar como tales en las asambleas de AC y de Juventud católica y aun hablar en ellas, siempre que no sea de política de partidos, sin que esto signifique en forma alguna que la AC esté unida o se confunda con la política de partidos, como un dirigente de sociedad comercial podría hablar como militante de Juventud o de AC, sin que por eso se tuviera la sociedad comercial que dirige como unida con la AC o confundida con ella. Esta actuación de un militante de AC que a la vez lo fuera de un partido político sólo significaría solidaridad con las opiniones políticas y odiosidades de partidos en el espíritu de aquellos que se empeñan en encontrar lo que no hay en tal actuación. La AC debe ser la casa común, como lo es la misma Iglesia Católica, de todos los católicos, cualquiera que sean sus opiniones sobre materias discutibles o contingentes. No se ha de pretender cerrar en la AC las puertas a los que no se las cierra la Santa Iglesia. En la AC es donde se ha de encontrar siempre, no sólo el ideal superior que ha de unir todos los corazones, sino también la sincera caridad que allanará para ello todas las dificultades”.
“No es conveniente restringir el movimiento de AC sólo a los jóvenes que no trabajen activamente en la política de partidos que están dentro de las normas señaladas por la Santa Iglesia para que los católicos puedan adherirse a ellos. Por el contrario (…) creemos yo [Monseñor José María Caro] y el Reverendísimo Asesor Nacional [Monseñor Augusto Salinas] que deben abrirse las puertas de la AC en la forma más amplia a todos los católicos (…)”.
Estas normas tan claras y precisas dadas a uno de nuestros Consejos por el Excelentísimo y Reverendísimo Señor Arzobispo de Santiago son la expresión más precisa del derecho que tiene la AC de llamar a sus filas a todos los católicos, cualquiera que sea su actividad y sus opiniones sobre puntos contingentes, siempre que estén dentro de las normas de nuestra Santa Madre Iglesia. Y puede la AC no sólo llamarlos a sus filas, sino también confiarles cuando lo creyere oportuno cualquier cargo con la única limitación de que no ocupen los puestos dirigentes de la AC los que a su vez sean dirigentes políticos; y esto por razones de oportunidad y prudencia.
Es indudable que la aplicación de este principio tan claro ha de pesarse con prudencia para evitar erróneas interpretaciones. La aplicación de este principio corresponde a las autoridades dirigentes de la AC. (…)
La independencia de la AC respecto a los partidos políticos queda más ampliamente garantida si ésta, en vez de cerrar sus puertas a los que trabajan activamente en política, se las abre generosamente a todos, sin preocuparse de cuál sea su color político dentro de las normas dadas por la Iglesia cristiana y preocupándose que ni directa ni indirectamente se vaya propagando partidos dentro de sus locales ni el campo de sus actividades (…)
La crisis de nuestra patria es de valores morales
No nos cansemos de inculcar a los jóvenes que se interesan generosamente por el bien de Chile, oportuna e inoportunamente, esta idea: que nada grande podrán hacer si primero no se transforman ellos mismos en cristianos integrales, en hombres que vivan plenamente a Cristo y que aspiren a vivir la vida como viviría Cristo si estuviera en su lugar. Mientras más aspira a dar, mientras más pretende uno que sea su influencia, más necesita recogerse interiormente y más honda ha de ser su formación. Comprendan los jóvenes que la mejor escuela de la política es la AC, de una política que no busque sus intereses, sino sinceramente los de la Patria, que son los de Cristo.
La gran crisis de nuestra nación es una crisis de valores morales; en otros términos, una crisis de cristianismo, y ésta no podrá ser solucionada sino por hombres que tengan la integridad de valores morales que dan una fe plenamente conocida y vivida en todas las circunstancias y momentos (…)
Alberto Hurtado, Asesor
William Thayer, Presidente
Sergio Lecannelier R., Secretario
RESPONSABILIDAD Y VIDA CIVICA
Un rasgo saliente "es la falta de responsabilidad que se echa de ver en nuestros días. La impresión general que deja ver la joven generación contemporánea es la de no tomar nada en serio, la de no cuidarse de guardar la palabra empeñada, de proseguir las obras comenzadas" (PE, p. 101).
"La vida cívica no es concebida en forma más consciente (...) Fascinada por los resultados inmediatos (la juventud) descuida una formación profesional seria y la adquisición de conocimientos sistemáticos de historia, sociología y demás ciencias que le capacitarían para ejercer una influencia profunda en lo porvenir (...) Prefiere sentirse masa, ser gobernada y dirigida dejando a otros el trabajo de pensar y de dirigir" (PE, p. 103).
ACCION POLITICA
"La política mira al bien común, está destinada a crear las instituciones de justicia social que traen el bien general" (HS, p. 180). La educación, el bienestar, la libertad, el respeto a la conciencia, la organización de la vida económica, la defensa de la patria, están sometidas a las leyes. Por lo tanto nadie puede desentenderse de ellas. Cada uno debe colaborar según sus posibilidades.
Desde la juventud se debe enseñar a privilegiar los intereses comunes sobre los partidistas. Hay que preocuparse de no profundizar los odios. El patriotismo debe ser pacífico. "La nación más que por sus fronteras se define por la misión que tiene que cumplir" (HS, p. 180). Hacerla crecer está en referencia a eso.
"Las revoluciones más que con fusiles se combaten con una justa renovación (...) Acabar con la miseria es imposible, pero luchar contra ella es deber sagrado" (HS, p. 181).
El país debe ver a sus políticos buscando los intereses de la nación y no los personales.
"La suerte de los otros países no puede ser extraña a quien tiene hondo sentido social y ha de propiciar en la medida de su influencia una política internacional justa" (HS, p. 182). Hay que defender todas las tratativas de comprensión internacional. La guerra debe evitarse en cuanto sea posible. Incluso hay que estar dispuestos a perder privilegios como nación si se ve que en virtud de la justicia y la caridad se puede beneficiar a otros países (p. 183).
La acción cívica es también un campo para ejercer el bien común: las habitaciones obreras, la lucha contra el alcoholismo y la tuberculosis, etc.
Lo mismo ocurre en el campo de la acción económico-social: la acción en los sindicatos, en las juntas de arbitraje, en la creación de cooperativas de crédito, etc.

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